Debutó en diciembre del año pasado, y como todo programa, tuvo sus altos y bajos. Sin embargo, la producción fue efectiva a la hora de generar situaciones que inflaran el ciclo en ocasiones en que parecía desinflarse; aquí un detalle. Viajando un poco atrás en el tiempo, el espectador recordará que durante las primeras semanas, el reality fue todo Alejandro. El hecho de tener por primera vez en la casa a un participante transexual y que sus compañeros no supieran de su condición, la espera del momento en que contara su historia y su convivencia fueron los ítems en los que se sostuvo la introducción de esta nueva edición de GH.
De hecho, pocos fueron los que no supieron del “participante 19” y muchos se atrevieron a arriesgar que sería el nuevo ganador del reality. Pero con el correr de los días, su figura fue perdiendo popularidad debido a su parsimonia y a su poco contacto con los otros participantes, y el efecto inicial pareció pincharse.
Entonces, debió emprenderse una nueva búsqueda y apareció en puerto la posible detención de Cristian Urrizaga, un participante que recién estaba asomando la cabeza. Los medios se metieron de lleno con los supuestos de una denuncia poco clara y plantearon la interesante contradicción de hablar de alguien que no sabía que se estaba hablando de él.
Pasó la detención que no fue, y el enjambre volvió a desinflarse. A esta altura, Cristian U. ya era el “jugador” de la casa y empezaba a elevar sus índices de popularidad. No obstante, en el momento de su apogeo máximo, decidió colgar los botines y abandonar la casa. Su salida fue un nuevo anabólico – y más teniendo en cuenta que la competencia estrenaba Los únicos-.
Sin embargo, los días siguientes, la casa quedó sin swing y pasó a importar más el desfile de Cristian por los programas satélites que el propio reality. La casa se había quedado sin su mayor estimulante y el espectador lo hacía saber. En efecto, en un caso inédito para la historia del reality, el participante se convirtió en su propio reemplazo y lo hizo acompañado por Rocío, Chizo y Emiliano.
Así, con la fisonomía a punto de explotar comenzaba la segunda fase del juego. Luego la convivencia se tornó monótona, hasta que las peleas la tomaron por asalto y la convirtieron en un espacio de violencia y agresión. Y así, con el cuerpo a punto de estallar, hubo que sacar del placard la balanza y bajar un poco los decibeles. El vehículo fue Kymba, una perra más buena que “Lassie” que rápidamente se “enamoró” de Emiliano.
Pero la acción no se agotó ahí, ya que el juego se continuó desarrollando y las pruebas semanales – muy conjuntas- y los juegos – de azar y conocimiento- colaboraron en mucho para traer nuevamente discordia a la casa.
Los cuatro finalistas hoy transitan sus últimos días en la casa, pero los anabólicos aún no se han agotado, sobre todo si tenemos en cuenta que el viernes entrarán por un rato los ex ganadores del programa para colmar de adrenalina a los posibles candidatos.
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